Después del terremoto de 2010 en Haití, más de 200 mil personas murieron, casi el mismo número resultaron heridas y más de 1.5 Millones fueron desplazadas. Luego de seis años aún hay más de 60 mil personas sin hogar. Recientemente en Italia, donde cerca de 300 personas murieron cerca de 60 mil quedaron también sin hogar y permanecían en tiendas temporales después de enero de 2017.
Otros casos de sismos recientes como en Chile 2010 y 2015 y Ecuador 2016 dejaron cifras importantes en damnificados con alrededor de 254 mil, 9 mil y 28 mil respectivamente. Con cada vez más frecuentes análisis del impacto financiero y económico de los terremotos es importante entender que el mayor impacto es el social. Un sismo importante que ocurre cerca de una ciudad puede dejar miles o inclusive millones de personas sin hogar aun cuando los edificios cumplen con los requisitos de base exigido por los códigos.
Muchos de nosotros tomamos por sentado que los edificios construidos cumpliendo las normativas sísmicas saldrán ilesos después de un sismo mayor. Esta falsa sensación de seguridad es incluso amplificada en aquellas personas que recién compran en un edificio nuevo. Usualmente, las edificaciones caen en 4 categorías de importancia, y dependiendo de su ocupación, edificios residenciales pueden caer en la categoría más baja. Aunque esto significa que el edificio está diseñado para no colapsar, dando por sentado que controlar el comportamiento de una estructura previo al colapso es bastante impreciso, no implica que el edificio sea habitable luego del sismo, por el contrario, está muy lejos de serlo pues ha sufrido deformaciones excesivas que ameritan demolición controlada o reparaciones mayores en el mejor de los casos.
Lo que es más triste con los desastres naturales es que no afectan a las poblaciones por igual. Generalmente, los sectores con mayor riqueza tienden a tener pólizas de seguro que alivian los costos de reparación en cierta medida o poseen por lo menos recursos para asumir los costos de desplazamiento de vivienda. Los menos afortunados sin embargo, no tienen estas ventajas y las probabilidades son altas que resulten muy grave mente lesionados, desplazados y sin hogar de manera permanente.
Los códigos de construcción son concebidos para asegurar que no se pierdan vidas en un evento sísmico mayor al menor costo posible en la inversión. Desde varios puntos de vista esto es efectivo, pero con la creciente demanda por sostenibilidad y resiliencia no deberíamos buscar estándares más altos, no lo merece nuestra gente? A medida que el costo de soluciones de protección sísmica se vuelve más accesible, no deberíamos tomar medidas para proteger a los más vulnerables de nuestras sociedades?
La buena noticia es que más de uno en la industria se está enfocando en esto precisamente. Ya sea por los beneficios económicos encontrados en ofrecer edificios mejor protegidos a precios accesibles, o por inclinaciones altruistas, muchos desarrolladores y diseñadores están empezando a incluir de manera masiva tecnologías como las de los disipadores a fricción. Algunas ciudades como San Francisco (CA) tienen planes muy ambiciosos y muy bien definidos de reforzar todos los edificios calificados como no seguros de la ciudad.
En fin, a medida que nos adentramos en un mundo más transparente y con mejores prácticas tal vez no sea necesario depender exclusivamente de los códigos de construcción y regulaciones para mejorar el nivel de protección sísmica de nuestras ciudades, pero por supuesto si sería mucho más conveniente el tener un código que no solo velara por proteger la vida, sino que tuviera en el mismo nivel de importancia el no dejarnos sin hogar.